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Siento, luego existo.

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Tumbaco, octavitas de carnaval, 2022.

A mis carnales Héctor Crespo, Rubén Corredor, Gabriel Granado (+) y Pedro Andrade con quienes fatigamos a Cronos y Atenea en miles de horas de conversaciones amorosas y llenas de curiosidad. 

“Todo conocimiento es parcial y provisorio”

Charles Sanders Peirce

El mito de seres inteligentes, racionales, lógicos y hechos a la imagen y semejanza de Dios ha sido derrumbado.

Quizá por ello, los científicos y estudiosos formales de la vida somos considerados aburridos y saboteadores de las esperanzas, deseos y expectativas de muchas personas que quieren y aspirar vivir en un mundo seguro, confortable, cálido y a la altura de sus propios apetitos y codicias. Lo vimos en su máximo esplendor con el desarrollo de la llamada “Nueva Era”, donde mirábamos a muchas personas aferrarse a mantras optimistas y alborozados con la esperanza de no experimentar el mínimo dolor por vivir en un mundo estocástico, sorprendente y a menudo frustrante, al alejarse de tales posibilidades de vivir plena, saludable y felizmente.

Es larga la lista de investigadores muy acuciosos que han dedicado horas y horas de su vida a develar los secretos detrás de nuestro extraño comportamiento de comentar, interpretar y compartir lo que vamos procesando en la vida como información para garantizar nuestra supervivencia, convivencia y posibilidades de decir: “la vida bien vale el esfuerzo que le dedicamos para estar latiendo con fuerza, mientras navegamos por los meandros de la existencia”. Particularmente aquellos de tales investigadores que al día de hoy se dedican, cada vez con mayor entrega, al estudio de las funciones cerebrales y sus bases empíricas, químicas y físicas -lo llaman neurociencias- nos revelan lo inútil del esfuerzo por lograr conocernos mediante el estudio aislado de la inteligencia como factor clave para entendernos. El viraje hacia el papel de lo emocional, sentimental y de las interacciones sociales, nos muestra la incompletitud de la viejas consideraciones que partieron del estagirita Aristóteles, cuando fundó la idea de “seres racionales”, las que nos acompañaron por algo más de 2.300 años.

Personajes como S. Freud, E. De Bono, M. Gazzaniga, A. Damasio, D. Goleman, R. Davidson, D. Kahneman, entre muchos otros, echaron abajo los muros de la idea de Aristóteles de seres racionales. En palabras del Dr. Daniel López Rosetti “somos seres sentimentales que razonamos de vez en cuando”. Quizá por ello es tan fácil desacordar. Como cada uno de nosotros nutre su propia realidad lógica a partir de sus sentires e impulsos, cualquier disidencia es tomada como una desconsideración a la verdad clara que está delante de nuestros ojos. Malo, tonto o loco es siempre el otro que no logra percibir lo claro, coherente y lógico de nuestro planteamiento.

Hoy sabemos que esto es puro autoengaño, producido por nuestro particular sesgo sentimental y emotivo frente a una realidad independiente, autónoma y desconocida en su mayoría para nosotros, simples mortales. Reto supremo de la ciencia, parcial, provisoria, abierta y autocorregible en la búsqueda eterna de saber quiénes somos, qué es esto de existir y para dónde vamos.

RECOMENDADO: 

Tiziana Cotrufo y Jesús M. Ureña: El cerebro y las emociones, EMSE EDAPP; 2018.