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Genes, fábrica de la vida

Genes: fábrica de la vida.


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Tumbaco, albores del mes de Abril de 2022.

A Gregorio Mendel, quien nunca llegó a ver las consecuencias de su manía.

“La comprensión del aprendizaje debe ser genética. Debe referirse a la génesis del conocimiento. Lo que un individuo puede aprender, y cómo lo aprende, depende de los modelos con que cuenta.”

 Seymour Papert

Nos llega la excelente noticia de que se ha completado la secuencia del genoma humano. Es decir, por fin contamos con el abecedario íntegro a partir del cual escribes la novela de tu existencia, y yo de la mía. Es una labor supertitánica, ya que implica detallar el comportamiento y ensamblaje de miles de billones de bases encargadas de fabricar las proteínas que van a formar toda la estructura corporal y sus respectivas funciones. Es el primer paso en la construcción de frases y oraciones bioquímicas que se traducen en nuestra cotidianidad. Logrado gracias a la cooperación internacional y sin mezquindades que la comunidad científica ejerce desde hace algunas décadas.

Interpretado inicialmente como la fábrica del organismo, durante un tiempo se asumió que todo cuanto nos ocurría era genético e inmodificable, predestinado. Incluso los encargados de velar por la salud cayeron en la trampa de suponer que era la piedra filosofal anhelada para resolver nuestras enfermedades y limitaciones. Además, rodeado de una truculenta y perversa interpretación moral que excluyó, durante varias décadas, a personas con ciertas limitaciones en la codificación genética; experiencia tristemente recordada.

Sin embargo, la naturaleza compleja de la existencia no torció fácilmente el brazo: la aparición de los proyectos epigenoma, brain proyect, neurociencias, conectoma, microbiota intestinal, saludología y un largo etc. nos muestran cómo tal expresión genética, paso para convertir la orden inicial en proteína concreta y su posterior desenvolvimiento en los encajes necesarios para que se traduzca en órgano, sistema corporal o decisión humana, ha de pasar por encuentros y vicisitudes que modifican sus posibilidades de realización, tal como nos muestran indicios señalados por Daniel Goleman en “Inteligencia Social”: “La investigación en epigenética ha identificado muchos de los mecanismos biológicos que controlan los genes. Uno de ellos© no sólo enciende y apaga los genes, sino que también disminuye o acelera su actividad”, con lo que nos garantiza que podemos domeñar la acción directa de los genes, o la célebre frase de Pere Estupinyá destacando que los genes delegaron en el cerebro la función de decidir, a fin de poder ajustarnos a las demandas cambiantes y constantes de un entorno impredecible en sí mismo.

De tal suerte que podemos afirmar que el “genio y figura hasta la sepultura” es falso y que “se como el bambú que se dobla ante el viento y no se parte” es mejor opción para decidir frente al paso del tiempo, permitiéndonos redactar la historia o novela de nuestras vidas con la flexibilidad y creatividad propia que delegaron los genes en nuestras mentes.

Recomendado: 

Siddhartha Mukherjee: Gen, Debate,2017.